CRÓNICA

LA SUERTE NO ES PARA TODOS



Mi nombre es Eliecer Asprilla, soy un joven afrodescendiente de 24 años oriundo de la ciudad de San José de Cúcuta, desde el 14 de mayo del 2014 me encuentro recluido en el Centro Penitenciario Regional de Alta Seguridad de Cómbita, Boyacá, por crímenes como: asalto a mano armada y homicidio… todo esto ocurrio en tan solo 8 días.

El miércoles 7 de mayo me desperté a las 7:10 a.m., como de costumbre me levantaba de mi cama para despertar a mi hijo de 3 años de edad para darle el desayuno. Mi amada novia vivía conmigo y mi madre, debido de a que a muy temprana edad llegamos a ser padres, a eso de los 15 años. Dejando a un lado mi vida como estudiante prometedor me dediqué a trabajar en lo que me saliera. Ya a las 8 a.m. salí de mi casa preparado para ir a un pequeño local en el sector de la Nueva Sexta a cargar bultos de papa que llegaban desde las 5 a.m., mi trabajo era acomodarlas y venderlas. A las 9:47 a.m. recuerdo muy bien, hubo un gran problema con la Policía Nacional, la Secretaría de Salud y la DIAN ya que ellos estaban confiscando toda clase de alimentos por ser de contrabando. Me mantuve tranquilo por un buen tiempo, sin embargo todo cambió por completo gracias al dueño del local donde trabajaba, debido al disturbio se generaron una gran cantidad de disparos y resulto un policía muerto; en esas mi jefe involucrado corrió al local y de inmediato me dijo que guardara su arma en un maletín que yo llevaba todas las mañanas al trabajo y que regresará a mi casa, que no importará si me iba temprano, el me pagaba el diario y me encimaba más dinero. A eso de las 10:27 a.m. tomé un taxi cortesía de don Alberto, mi jefe, y regresé a mi casa con algo de mercado y más dinero de lo normal.

Pasaron las horas y no recibí ninguna llamada por parte de don Alberto, así que saqué el arma de mi bolso cuando ya estaba solo en mi hogar, era algo brillante y según mi poco conocimiento de ellas la identifique, era una calibre .22 corto. Me sentía poderoso al tenerla en mis manos. Minutos después don Alberto, a eso de las 4:39 p.m. me llama al celular y me dice- chino piérdase de la ciudad  que todos acá en el trabajo le echaron la culpa del asesinato del policía-. Yo sorprendido a esa llamada tan corta y sin pensarlo, nervioso empaqué lo poco que cabía en mi maletín y arranqué para la terminal de transporte. Me arrepentí no hablar con mi madre, mi novia y mi hijo Eliecer. Lo primero que se me ocurrió es irme para la ciudad de Cali donde vivía mi hermano mayor. Tan solo de pensar que eran 26 horas de viaje en bus no me daban ganas de ir. Llegué a la terminal de transporte a las 5:51 p.m., no demoré mucho; pregunté por el precio del pasaje y me dijeron que eran 120.000 mil pesos, no me importó pagué y me subí de inmediato, ya que el bus salía en pocos minutos.

Muy idiota me siento por ese acto impulsivo que hice aquel día, sabiendo que estaba acabando con mi vida por algo que no hice, pero en el barrio me conocen como alguien impulsivo y a veces violento, que hasta creerían que yo realicé tan vil acto de homicidio.

Jueves 8 de mayo, que viaje más tedioso. En esas 26 horas de viaje, que realmente se convirtieron en 30 horas, pase por unas ciudades que nunca había visto; pase por Bucaramanga, Tunja, Bogotá, pasé por Soacha, Ibagué, también por Armenia, Pereira y finalicé en Cali. Siendo las 10:04 p.m. llamé de inmediato a mi hermano sin previo aviso de mi llegada, le comenté lo sucedido y me dijo que importaba, que en Cali las cosas eran mucho peor, pero con mi actitud todo me iría bien. Me dio la dirección de la casa, Carrera 50 barrio Siloé, en la esquina de la panadería Perlapan en el tercer piso, apartamento 302.

Llegué a las 10:57 p.m. al apartamento de mi hermano, ningún taxi me quería llevar, debido a que Siloé es uno de los barrios más peligrosos de la ciudad y muy pocos se arriesgan a entrar, a menos que sea habitante del barrio. Me monté en el taxi después de varios minutos, seguidamente mi hermano me esperaba en las escaleras con una sonrisa de oreja a oreja, nos abrazamos y subimos de inmediato. El en su confianza sacó todo lo de mi maletín y al fondo de el estaba el arma. Sorprendido mi hermano de tal herramienta útil, decía él.

El viernes 9 de mayo mi hermano me levantó a las 9:03 a.m. arrojándome el arma al pecho y diciéndome en repetidas ocasiones, tenga siempre conmigo el arma, porque en Siloé es un gran amuleto y te puede ayudar a conseguir todos tus deseos, porque así trabajo yo. La mañana sábado nos vamos de juerga. Hermano mío, ¿en estos momentos que es lo que deseas? – pregunto Arnoldo -, mucho dinero para salir de mis problemas y enviarle dinero a mi hijo y a mi madre-, pues ese amuleto que tienes en el pecho, el día de mañana te va a empezar hacer rico, ya lo verás – comentaba Arnoldo. A las 11:50 a.m. mi hermano salió con gran rapidez de la casa y dijo que llegaba tarde, que si quería comer, sacara lo que quisiera de la nevera, y así lo hice durante todo el día.

El día sábado 10 de mayo, mi hermano llegó a las horas de la tarde con un bolso lleno de dinero y me dijo que agarrara lo que quisiera y enviara a Cúcuta, que mis deseos se están cumpliendo. En la noche te llevo a trabajar -dijo mi hermano-. Como quieras -le respondí. A las 8:27 p.m. salimos bien vestidos y armados, ya que todo en este barrio puede ocurrir y a las afuera ni que se diga- repetía mi hermano cada vez que podía. Al transcurrir unos pocos minutos mi hermano me dijo que esperara en la panadería Perlapan, que no demoraba. Al pasar 15 minutos Arnoldo manejaba una moto DT 200 y traía consigo un par de cascos. A trabajar hermano mío -me dijo Arnoldo.

En el camino me decía que una buena zona de trabajo era en el barrio de Santa Rita, uno de los barrios más acaudalados de la ciudad, debido a que había una gran cantidad de edificios muy hermosos y las mejores casas campestres de la ciudad. No tuve duda alguno, a trabajar se dijo y con mi amuleto en la mano derecha y la virgen María Auxiliadora en mi pecho todo saldría bien.

Las 11:17 p.m., -dijo Arnoldo-, va saliendo la primera camioneta, con toda hermano mío -conteste-, de inmediato mi hermano aceleró la moto y se detuvo al lado de la camioneta, yo sin pensarlo con la culata del arma rompí el vidrio y de inmediato escuche una explosión fuerte acompañado de unas chispas, parecidas a las bengalas navideñas, junto con un grito que decía -malparido a mi no me roba dos veces-. Mi hermano y yo caímos al suelo, sin embargo, él cayó sin vida con un disparo en el rostro. Aturdido por la caída disparé mi arma sin fijar un objetivo, descargué las ocho balas que poseía el arma. Me levanté de inmediato y corrí a una zona boscosa a escasos metros del río de Cali y esperé unas horas.

El domingo 11 de mayo a las 3:21 a.m., asustado a las orillas del rio de Cali todo era tan tranquilo que me escabullí y terminé en la carrera primera, frente al zoológico de Cali. En cuestión de minutos iba en un taxi rumbo a Siloé, al apartamento de mi hermano, solamente quería agarrar el dinero que me pertenecía gracias al deseo que le pedí a mi amuleto de metal. Ya cerca al apartamento, saque con gran disimulo el arma y pedí otro deseo, -quiero que todo se acabe así que quiero irme de aquí lo más pronto posible. Me bajé del taxi a las 4:47 a.m. y pagué con sencillo, al girar todo se hizo oscuro y no supe nada más.

El lunes 12 de mayo estaba en una clínica rodeado de policías y me habían incriminado del asesinato de un policía en Cúcuta, varios robos a mano armada en la ciudad de Cali, posesión ilegal de arma de fuego y el asesinato de dos adultos varones y un niño de 5 años que salían de una fiesta familiar y se dirigían a casa. Simplemente cerré los ojos y lloré recordando a mi madre, a mi hermano, a mi novia y a mi hijo; este es el precio por un favor y por desear de manera fácil todo aquello que se gana con esfuerzo y sacrificio.

El día miércoles 14 de mayo, el día de mi cumpleaños llegué a este lugar, a Cómbita; completamente aislado de cualquier contacto humano y sobre todo, sin visita de mi familia, de esta manera mi vida cambió en tan solo en 5 días.


Autor: Diego Armando Durán

Comentarios

  1. La crónica es acertada. Debe revisar problemas de redacción y puntuación.

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